La evolución social en casi todos los países ha traído como consecuencia la desaparición de los porteros en los edifi cios de viviendas.
Hasta hace pocos años disfrutábamos de la eficacia de este abnegado trabajador, discreto y servicial, que siempre estaba pendiente de cualquier eventualidad que pudiera surgir en la finca, y que acudía a cualquier hora a solucio narlo. Si además poseía condiciones y habilidades persona les, se convertía en una persona insustituible para el buen funcionamiento del edificio.
De unos años a esta parte, la reestructuración de las jorna das laborales creó el problema de seguridad y control de acceso a los edificios a determinadas horas del día. Al terminar el portero su jornada laboral, cierra el portal y por lo tanto los vecinos y los posibles visitantes, ante la desaparición de los serenos, no podían acceder a las casas si no tenían llave. La colocación de porteros automáticos vino a solucionar el problema.
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